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A fluctuating ascendency: The "Spanish Party" at the Imperial Court Of Vienna (1631-1659)
Author
Tercero Casado, LuisPublisher
Universidad Autónoma de Madrid. Instituto Universitario La Corte en Europa (IULCE)Date
2015Citation
Libros de la Corte.es. Monográfico 2 (2015): 54-67ISSN
1989-6425Subjects
Casa de Habsburgo; Corte Imperial; Facción; Partido; Diplomacia; HistoriaEsta obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
Abstract
With the arrival in 1631 of Emperor Ferdinand III’s bride to Vienna, the infanta
Maria Anna, the “Spanish party” at the Imperial court gained a remarkable
momentum. At the time, Philip IV’s interests found a key ally in the person of his
sister, who, along with her influential confessor Diego de Quiroga, exerted an
indisputable influence over the direction of Imperial issues for the following decades.
Nevertheless, the empress’s untimely death, as well as the consequential return of
Quiroga to the Peninsula, seriously undermined Spain’s interests and had a negative
impact on the outcome of the Peace of Westphalia. In addition, the situation was
further exacerbated by a sharp drop in the means to fund a long list of pensioners
and collaborators of the Spanish Crown. With a weakened party lacking leadership,
the Spanish ambassador, within his recovered prominence, promoted the rise of a
new figure as guarantor of Madrid’s interests: the count of Auersperg, a powerful
minister which would hold a leading position in Ferdinand III’s government. Madrid,
however, risked a great deal by focusing his support on a too ambitious a candidate
with plenty of enemies. The rupture in 1656 between Auersperg and the Catholic
ambassador implied a serious jeopardy for the Madrid’s position, in a very sensitive
period regarding the survival of the Spanish Monarchy La llegada en 1631 a Viena de la esposa de Fernando III, la infanta María,
propició que el “partido español” en la Corte imperial cobrara un inusitado impulso
respecto a épocas anteriores. Los intereses de Felipe IV hallaron por entonces un
inmejorable aliado en su hermana, la cual, junto a su influyente confesor, Diego de
Quiroga, ejerció un indiscutible ascendiente en la dirección de los asuntos
imperiales durante los siguientes decenios. Sin embargo, la prematura defunción de
la emperatriz y el consecuente regreso de Quiroga a la Península minaron
seriamente las conveniencias de España y ello se dejó sentir de manera aguda en el
desenlace de los tratados de Westfalia. A ello se añadió una abrupta reducción de
los medios para costear una larga lista de pensionados y colaboradores de la
Corona española. Con un partido debilitado y sin liderazgo, el embajador español,
dentro de su renovado protagonismo, fomentará el ascenso de una nueva figura
como garante de los intereses de Madrid: el conde de Auersperg, un poderoso
ministro que pasaría a ocupar una posición preeminente en el gobierno de Fernando
III. No obstante, Madrid arriesgó mucho al centrar su apoyo en un candidato
demasiado ambicioso y rodeado de enemigos, ya que la ruptura en 1656 entre
Auersperg y el embajador católico comportó un serio riesgo para la posición
española en un momento extremamente delicado para la supervivencia de la
Monarquía Hispánica.
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