Los legados olímpicos: Los Juegos de verano de los Estados Unidos de 1904, 1932, 1984 y 1996
Title (trans.)
Olympic legacies The U.S. summer games of 1904, 1932, 1984 and 1996Author
Findling, John E.Publisher
Universidad Autónoma de Madrid. Centro de Estudios OlímpicosDate
2013-05Citation
Citius, Altius, Fortius: Humanismo, Sociedad y Deporte: Investigaciones y ensayos 6.1 (2013): 9-19ISSN
1888-6744Subjects
Movimiento Olímpico; Juegos Olímpicos; Historia del Movimiento Olímpico; Legados olímpicos; DeportesAbstract
Los académicos olímpicos han comenzado a prestar más atención en los últimos
años a los legados olímpicos, es decir, lo que queda de los Juegos Olímpicos después de las
ceremonias de clausura. En gran medida, esto es debido a que los crecientes costes de poner
en marcha unos Juegos Olímpicos exigen cuentas más claras: los que proporcionan el
dinero quieren tener garantías de que no se ha malgastado. Además, el estudio de los
legados refuerza la idea de que los Juegos Olímpicos son realmente acontecimientos
internacionales importantes, que tienen consecuencias duraderas, especialmente para las
ciudades anfitrionas y, en algunos casos, para los países.
Los legados pueden ser tangibles e intangibles y todos los Juegos Olímpicos dejan
un conjunto de legados que encajan en ambas categorías. Los legados tangibles son
aquellos que tienen una presencia física: los estadios y otras instalaciones deportivas,
carreteras mejoradas, puentes, aeropuertos y similares, renovación urbana, y desde los años
veinte, las villas olímpicas.
Por último, hay legados olímpicos que no afectan a la ciudad anfitriona o al país,
pero cambian al propio Movimiento Olímpico. Las novedades técnicas, las innovaciones en
comunicación, el crecimiento de los intercambios comerciales son ejemplos de esa clase de
legados. El Movimiento Olímpico moderno es una maquinaria que funciona
constantemente, como cualquier otra actividad cultural en proceso, y los cambios tienen
que ocurrir. Cuando se producen cambios significativos en unos juegos olímpicos, ese
cambio es parte del legado olímpico.
Este artículo se ocupará de los Juegos de Verano celebrados en los EE UU: San
Louis 1904, Los Ángeles 1932 y 1984 y los más recientes de Atlanta 1996. Estos juegos
ofrecen enseñanzas diferentes en lo que se refiere al impacto en la ciudad anfitriona y la
región y por lo tanto nos proporcionan comparaciones interesantes Olympic scholars have in recent years begun to pay more attention to Olympic
legacies, that is, what an Olympic Games leaves behind after the closing ceremonies. In
large part, this is because the spiraling cost of putting on an Olympic Games demands more
accountability; those who provide the money want to be assured that their money has not
been wasted. In addition, the study of legacies reinforces the notion that the Olympic
Games are truly important world events, with lasting consequences, especially to their host
cities and, in some cases, countries.
Legacies can be both tangible and intangible, and all Olympic Games leave a
complex of legacies that fall into both categories. Tangible legacies are those that have a
physical presence: stadia and other sport venues, improved roads, bridges, airports, and the
like, urban renewal, and since the 1920s, Olympic villages. Intangible legacies, a bit harder
to define or identify, include such things as increased tourism, a friendlier business climate,
an enhanced civic pride or self-image, and political reforms.
Finally, there are some Olympic legacies that do not affect the host city or country,
but change the Olympic movement itself. Technical innovations, communications
breakthroughs, and increased commercialism are examples of this kind of legacy. The
modern Olympic movement is a continual work in progress, like any other kind of ongoing
cultural event, and change is bound to occur. When significant changes take place at one
particular Olympic Games, that change becomes part of its legacy.
This article will focus on those Summer Games held in the United States, namely
the St. Louis Games of 1904, Los Angeles Games of 1932 and 1984, and the more recent
Atlanta Games of 1996. Each of these Games offers rather different lessons in terms of
their impact on their host city and region and thus provides us with some interesting
comparison
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